8/01/2007

La democracia apesta

Ya sé, ya sé… La democracia es la mejor forma de gobierno ideada por el hombre y bla, bla, bla.

Sin embargo, basta con echar un vistazo a cualquiera de las llamadas “democracias” del mundo para percatarse que algo anda mal, muy mal.

Escudados tras el que sin duda es el término más “políticamente correcto” de todos —la democracia— los gobernantes hacen lo que les da la gana, olvidando el elemento clave sin el cual la democracia pierde todo su sentido: el Pueblo.

Así, no encontramos que los políticos “democráticos” de todo el mundo gobiernan no para el Pueblo, sino para los Partidos a los que pertenecen o para sí mismos (como es el caso del presidente Hugo Chávez, de Venezuela, del que —dígase lo que se diga— fue elegido democráticamente, por lo menos la primera vez).

Por supuesto, el problema no es de ahora, sino que se ha presentado desde el nacimiento mismo de la democracia, la cual siempre ha sido una especie de farsa.

Consideremos la cuna de la democracia, Atenas, sobre la cual se ha dicho que no sólo es el modelo, sino la más perfecta de las democracias. (Lo que sigue a continuación es un extracto —editado, por supuesto— de lo que nos dice la entrada en Wikipedia. Lo siento, pero Wikipedia es el recurso de referencia al que acude el internauta común y corriente y, por lo tanto, el origen de tantas malas interpretaciones y mitos).

Nos dice Wikipedia (los subrayados en cursiva son míos):

En Atenas el "gobierno del pueblo", consistía en una asamblea conformada por todos los ciudadanos libres, los cuales elegían cada año a diez estrategas o generales, uno por cada una de las diez tribus ciudadanas, siendo los encargados de preparar expediciones de guerra, recibir a los enviados que venían de los pueblos y dirigir la política.

Se dice que el “pueblo soberano” de Atenas se gobernaba por sí mismo y decidía sin intermediarios los asuntos de Estado en la Asamblea. Los ciudadanos atenienses libres sólo debían obediencia a sus leyes y respeto a sus dioses y tenían igualdad de palabra, es decir, la palabra de un rico valía lo mismo que la de un pobre. Los tribunales estaban compuestos por números elevados de ciudadanos (de 300 a 500 y más, dependiendo de los asuntos) siendo escogidos por sorteo entre aquéllos que se ofrecían voluntariamente.

Sin embargo, el principio de igualdad otorgado a todos los ciudadanos tenía peligros, pues la mayor parte del tiempo estaban ejerciendo un cargo público con problemas para ejercer su oficio o profesión, lo que les hubiera vuelto pobres, salvo que dejasen de ejercer sus derechos políticos para consagrarse a los cargos. Para evitar esto, la democracia ateniense se aplicó la tarea de ayudar a los más pobres de esta manera:

Concesión de salarios a los funcionarios públicos.
Buscar y proporcionar trabajo a los pobres.
Otorgar tierras a los campesinos desposeídos.
Asistencia pública para los inválidos, huérfanos e indigentes.
Entre otras reformas de ayudas sociales más.

Los magistrados eran aquellas personas que ocupaban un cargo público, aquellos que formaban la Administración de la Polis; estaban sometidos a un riguroso control popular. Los magistrados eran elegidos a suerte, por el sistema de las habas. Se disponía de unas habas blancas y otras negras y según el haba que la persona sacase de la caja así obtenía o no el cargo. Era una forma de eliminar toda influencia de las personas ricas y las posibles intrigas.

No obstante, existían algunos cargos que no eran elegidos por este sistema sino que los elegía la Asamblea del pueblo, de los cuales los más señalados fueron el de estratega (general) y el de magistrado de las finanzas. Se suponía que para ejercer estos dos cargos había que tener unas determinadas e importantes cualidades. Los cargos de los magistrados no duraban más de un año en la misma persona, incluidos los estrategas, por eso el nombramiento de Pericles año tras año constituye una excepción. Al cabo del año cada magistrado tenía que dar cuentas de su administración y en qué estado quedaba el patrimonio.

Había también más de cuarenta funcionarios de la hacienda, y más de sesenta policías, encargados de la vigilancia de las calles, del mercado, de los pesos y medidas y de verificar los arrestos y las ejecuciones.

La Asamblea (en griego decían εκκλησια, es decir, "asamblea por convocación"), fue el primer órgano de la democracia. En teoría se debían reunir en asamblea todos los ciudadanos de Atenas, pero el número máximo que se llegó a congregar se estima que fue de 6.000 participantes. El lugar de reunión era en un espacio situado en la colina llamada Pnyx, frente a la acrópolis. Las sesiones duraban a veces desde el amanecer al atardecer. Se reunían con una frecuencia normal de 5 veces en cada Pritanía, es decir, una vez cada ocho o nueve días.

La Asamblea decidía las leyes y los decretos que eran propuestos, pero apoyándose siempre en las leyes antiguas que llevaban un buen tiempo en vigor.

Hasta aquí con Wikipedia.

Si hacemos una lectura adecuada de la entrada, podemos darnos cuenta de muchas cuestiones interesantes. Lo primero que salta a la vista es que el que escribió (o los que escribieron) la entrada en Wikipedia tiene(n) —como la mayoría de las personas— una idea muy elevada de la democracia. Eso de las asambleas, reuniones, etcétera, nos da la impresión de una amplia participación democrática.

Sin embargo, —y aquí empiezan los peros— sólo los ciudadanos libres (hombres mayores de 30 años) estaban metidos en el juego de la democracia. Las mujeres, jóvenes, esclavos y extranjeros no contaban para nada. Esto reduce al “Pueblo” de Atenas a no más de seis mil ciudadanos (el 10% del total) con derecho a regir el destino de Atenas.

Otra cosa que llama la atención de la entrada es cuando se menciona el “peligro” de la igualdad de los ciudadanos libres —que estos se empobrecieran por estar ocupados ejerciendo sus cargos públicos— y las acciones encaminadas a corregir esto, de las cuales sólo la concesión de salarios a los funcionarios públicos tiene sentido. El resto de ellas (buscar y proporcionar trabajo a los pobres, otorgar tierras a los campesinos desposeídos, asistencia pública para los inválidos, huérfanos e indigentes) suenan más a demagogia u otorgar dádivas a los que no contaban en las decisiones.

Por supuesto, el caso de Pericles merece ser comentado también. Este fue reelegido en 15 ocasiones (gobernó del 445 A.C. hasta su muerte en 429 A.C.) siendo que el resto de los estrategos gobernaban sólo durante un año. Quizá Pericles fuera un gobernante fuera de lo común, un estadista brillante y tenía un nombre chistoso, pero la ley marcaba que sólo debía gobernar un año. ¿Por qué no respetar la ley? ¿Por qué hacer una excepción con Pericles?

Así, desde el comienzo mismo, la democracia fue un sistema imperfecto, excluyente, que solamente sirve para privilegiar a unos cuantos: los gobernantes, aquellos que detentan el poder.

Aún y cuando se han intentado corregir algunos de los defectos de la democracia (mediante recursos como los del sufragio universal, el voto secreto, la igualdad de los votantes) no se ha llegado a una solución siquiera medianamente eficaz.

La democracia directa, esto es, donde los ciudadanos participan directamente en el proceso de decisiones políticas (por ejemplo, en Suiza) mediante el uso de iniciativas populares y el referéndum, las cosas no han funcionado muy bien. En los últimos 120 años se han presentado en Suiza más de 240 iniciativas para su referéndum, aprobándose sólo un 10% de todas las iniciativas, algunas de forma parcial.

Además, los políticos aviesos de todo el mundo se han percatado que es muy sencillo manipular las iniciativas de referéndum y de la poca confianza ciudadana que suscitan (lo que se traduce en una baja participación) por lo que la democracia directa no funciona tampoco.

Según yo veo la cosa, el problema de la democracia es —paradójicamente— cuestión de números. Funciona perfectamente cuando se aplica en una comunidad homogénea y de tamaño reducido, donde los ciudadanos tienen intereses e ideales comunes.

Sin embargo, en las sociedades modernas es casi imposible encontrar comunidades así. Está tan atomizada la sociedad, los intereses e ideales son tan diversos, que la aplicación de una democracia se hace casi imposible.

No soy un teórico ni tengo los conocimientos necesarios, pero creo que ya ha llegado el momento de unir voluntades y ponerse a pensar qué hacer para hacer que funcione la democracia.

La democracia apesta, pero no a cadáver. Lo que le falta es una muy buena limpieza.